Cuentos

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LA CAÑADA DEL GATO


Raúl va adelante, no sólo por ser quien mejor conoce el territorio, sino por que es el más apto para ese tipo de travesía; nació en el campo y buena parte de su vida la a vivido en medio de la lucha guerrillera.
Luis, el mas joven, va a la retaguardia, su suspicacia lo hace idóneo para tal encomienda; no se distrae, es capaz de distinguir los sonidos con toda claridad, mantiene un rastreo permanente del camino y sus alrededores. Nadie podría seguirlos sin ser descubierto por su mirada acuciosa, por sus oídos de murciélago.
Isidro va en medio; por su parte, no reúne las condiciones del buen caminante y su vista y oído han sufrido la inevitable merma que impone el tiempo y una vida de privaciones. De sus cuarenta años ha pasado más de veinte en escaramuzas con las fuerzas del gobierno. Ha sido herido tantas veces que tiene cicatrices sobre cicatrices; ha perdido la agilidad y el aguante que por mucho tiempo tuvo. Sin embargo hoy saca fuerzas de la determinación.

LA FLOR DE LOS PÁRAMOS

Su tatarabuelo Don Evaristo Gil había muerto de hambre y frío en el Páramo de las Rosas. Luego de buscarlo durante meses lo encontraron sentado en un farallón, con los ojos abiertos y una leve sonrisa; de cara al poniente, como si esperara la llegada de un amigo muy querido.
La escarcha le cubría las cejas, las pestañas y el bigote, dándole un aspecto de poeta romano esculpido en mármol blanco; su sombrero de pelo ahora parecía una palangana de vidrio. Tal vez, Don Evaristo en su último aliento trató de recordar como había comenzado todo esto. De seguro su mente había revoloteado por allá por los rincones del siglo XVI, cuando don Julián Gil y Ñuñez, Teniente de Lanceros de la Guardia Española acantonada en El Tocuyo a las ordenes de Carvajal; luego de perder a sus hombres en batalla contra los indios Gayones, buscando salvar su vida, sé internara en el Páramo de las Rosas, región en la cual sobrevive gracias a los auxilios de una indiecita, según él relata luego, de unos diez años de edad. Cierto es que varios meses después apareció en El Tocuyo contando la fantástica historia de la indiecita Dinira, como él la llamó, en recuerdo de la Princesa Legendaria y por no haber querido ella decirle su nombra, ni aceptar los nombres castellanos que él trató de imponerle. A pocos días de su regreso y luego de contar varias veces, como la niña le había mostrado poderes mágicos, revelándole además la existencia de una flor maravillosa y encantada, capaz de atraer grandes riquezas hacia aquel que la poseyera; fue declarado loco por un benevolente tribunal integrado por un cura franciscano, el Capitán de la guardia y el propio Carvajal. Se le hizo saber que el cargo pudo haber sido herejía, pero que si deponía su actitud de búsqueda y se cohibía de expresar sus ideas al vulgo; el tribunal se mostraría generoso para con él, otorgándole el perdón y tierras al otro lado del río, para que las trabajase e hiciera vida civil con su esposa y su pequeño hijo. Así, de un plumazo terminó la carrera militar de aquel hombre al igual que sus afanes de búsqueda, para dar comienzo a la obsesión que costó la vida de Don Evaristo y la locura y miseria de varias generaciones de los Gil.

EL TEMPLETE

Lino Sánchez no podía quitar de su mente la extraña muerte de Jacinto Araujo, como tampoco podía olvidar la misteriosa desaparición del propio Carmelo Galán, ocurrida veinte años atrás. Echo que llenó de pesar a toda la comunidad, pues Carmelo junto con Jacinto habían sido los pioneros de aquel barrio que al principio recibió el nombre de El Sacrificio. Fue hasta mucho después de la desaparición de Carmelo que la Asociación de Vecinos propuso darle al barrio su nombre, encontrando en todos los habitantes un apoyo unánime, pues aquel hombre llegado, de Colombia a principio de la década del setenta, supo ganarse el cariño de toda la gente gracias a su gran solidaridad y su trato humilde y sencillo.

Nadie en el barrio tiene un mal recuerdo de Carmelo Galán, nadie que le haya conocido puede decir que no le agradece algún favor o al menos un buen consejo; hasta aquellos que no le conocieron le tienen cierta gratitud, porque en el rallado de las calles, en los árboles, en la escuela, en cada palmo del barrio se siente la presencia de aquel hombre que dedico sus mejores esfuerzos para mejorar las condiciones de vida de todos y cada uno de los vecinos.

Carmelo Galán es una leyenda, hay quienes le atribuyen dotes milagrosos, y es común escuchar comentarios de que ha sido visto vagando de noche cerca del tamarindo que sembró él mismo, a orillas del zanjón. Alcibíades, el bodeguero – quien es considerado un hombre muy serio – jura haberlo visto una madrugada, rellenando el hueco que se forma cada vez que llueve, frente a su bodega.

SUI

Todo estaba tan callado que Darío pudo escuchar su respiración y el ruido que hacían sus párpados al pestañear. Recordó haber visto alguna vez uno de esos cuarto donde meten a los locos furiosos; acolchados por todas partes, producen un silencio abismal; en aquel entonces había creído que era que ese máximo nivel de silencio, sintió estar dentro de una botella; la ausencia del sonido parecía robarse el aire. Ahora sentía que la botella aunque más grande seguía siendo botella, seguía siendo asfixiantemente silenciosa.

Metió la mano en el morral para buscar los binoculares. Miró girando alrededor del árbol; solo sabana, un pastizal enorme y reseco, alguna que otra varita de mastranto emergiendo aquí y allá del tapiz verde – marrón. La sabana parecía quererse camuflar para escapar a la inclemencia del sol. Ni un ave, ni hoja movida por el viento.

– La sabana esta muerta – dijo Darío dirigiéndose al árbol.
El caracaro pareció estremecer, como si un hacha gigante hubiera golpeado su pié; sus hojas parecieron iluminarse con miles de puntos de una luz muy pura y brillante.

EL VIAJERO

Durante millones de años fui un ser de luz, flotando en el cosmos infinito, explorando los rincones de las más remotas galaxias, viajando en los torrentes magnéticos que mueven los astros, ayudando a darle un poco de luz a los lúgubres agujeros negros. Asistí a tantos partos de estrellas que me ciento padrino de la mitad de la galaxia.
Llegó entonces el momento de encarnar, de tomar forma humana y allí estaba yo prisionero dentro de una placenta. Pasaron los meses y al fin logré salir. Me recibió el doctor, levantándome por mis piecesitos y estampándome una palmada ahí donde ustedes saben, le dijo a mi padre que se trataba de un varón y que lucía completamente sano.
Disfruté mucho de mis primeros años; porque fui muy acertado al escoger a mis padres y hermanos. Siempre fueron seres positivos y alegres; alejados de la envidia y de los grandes afanes materiales, dedicaron su vida terrena a nobles ideales sin hacer gala de ellos, fueron personas humildes y con una gran franqueza que los acompañaba a donde quiera que iban.

TODOS PODEMOS VOLAR

Pensando estas cosas se distrajo y metió una de sus patas… ¡Oh Perdón! Mi querido lector, perdona mi falta de consideración; olvidé decirte que Soledad es una cangrejita de color marrón que al verla hace pensar que es de madera; por lo que su padre desde pequeña la llamó «Cangrejita de Palo»; no sólo por el color sino por sus movimientos rígidos y sus pasos atropellados.
Pero volvamos con Soledad y su pata atascada en la grieta de una roca.
– No, no otra vez – pensó – ¡Hasta cuando! Paso más tiempo atascada que caminando, ojalá pudiera volar como el Pelícano o como la Tijereta
Ayudándose con otras dos de sus patas logró salir del problema y continuó caminando hasta bajar de la roca y continuó por la arena hasta un promontorio más adelante.

EL SATIRO DEL BAJIO

– ¡Cómo no maestro! ; pero eso sí, que sea de muertos y aparecidos -dijo uno de los muchachos para animar al viejo.

– ¡Caramba mozo!, no lo voy a poder complacer – respondió el viejo como lamentándose – Pero es de Sátiros y Duendes, que al fin también se aparecen, aunque dicen que nunca se mueren.

El viejo se acomodó en la rústica silla, escupió la bolada de chimó que había estado saboreando y comenzó su relato.

– Ahí mismo donde llaman El Bajío, hace mucho tiempo, había un lago. Esto fue mucho antes que llegara el español a estas tierras. Todo alrededor era montaña y espesura, como una selva, donde había toda clase de montes y animales. En el centro del lago se veía un pueblo hecho con chozas de madera con techo de palma, las gentes que allí vivían clavaban varas en el fondo del lago y sobre ellas construían las chozas y hasta hacían calles para ir de una a otra. En verdad todos eran Duendes que cuidaban a una Princesa que vivía dentro de la montaña que hoy llaman Cerro Gordo. La Princesa era la soberana de las aguas y junto con sus Duendes se ocupaba de formar ríos y quebradas,, de controlar las lluvias y el rocío, para que floreciera la vida en todos los alrededores, hasta muy lejos más allá de las montañas. Se les pasaba la vida cargando nubes con agua limpiecita, para enviarlas ahora a los llanos, ahora para la costa. Fabricando la nieve y la escarcha para los picos más altos de la Cordillera Andina. Las aguas salobres para los ríos del Norte, las aguas oscuras para los ríos del Este, las rojizas y ambarinas para las quebradas del Oeste.

REFLEJOS

Bibi pasaba días enteros bañándose en el río y en los charcos que se formaban con la lluvia, cuando no correteaba entre el pasto cazando grillos y mosquitos. Así era la vida a orillas del río de aguas oscuras, color ceniza. Bibi le cantaba a la lluvia y junto con sus parientes ejecutaba magistrales conciertos que arrullaban a todos los moradores del lugar. A veces, cantaban hasta la madrugada y todos dormían hasta el mediodía, todos excepto Bibi que al igual que todos los días se levantaba apenas salía el sol.

Uno de esos días cuando el sol sale más temprano. Bibi despertó e inmediatamente fue a orillas del río para darse su primer chapuzón. Fue grande su sorpresa cuando al llegar vio reflejado en el agua, un paisaje que le era desconocido a la vez que familiar. Aquella visión era tan real que podía sentir el clima, percibir los olores, escuchar los sonidos y las voces que provenían de allí.
– Estoy soñando -pensó- Si, tengo que estar soñando.

ROSALINDA Y MARGARITA

– Disculpa que te interrumpa, Rosalinda, pero… ¿Supiste el lío que le formó el patrón al encargado esta mañana?
– No, yo escuche que estaban discutiendo pero desde allá dentro no entendí que hablaban.
– Figúrate, Rosalinda que el patrón le dijo al señor Justino que si no empieza a producir dos mil litros diarios, lo va a despedir y pone de encargado al portugués Joao; y si no aumenta la producción aquí no va a quedar nadie.
– ¡Ay Hija! No te preocupes desde que yo llegué, y soy de las más antiguas, no he escuchado otro cantar, siempre es el mismo cuento; el patrón llega por ahí, forma tremendo brollo, nos cargan a palos unos días y después el patrón regresa en su avioneta a la capital, el señor Justino se calma y el pobre señor Joao se queda con las ganas de ser jefe. Así, todo vuelve a quedar igualito que antes.

CAZADOR CAZADO

Escuché asombrado de cómo Don Nicanor había peleado con un tigre, venciendo a la fiera después de una cruenta lucha para lo cual sólo se ayudó con un lanza valenciana; de cómo enlazaba a un venado matacán y lo dominaba para rematarlo de un certero machetazo en la yugular; de cómo había enfrentado a varios osos frontinos que merodeaban su conuco. El hombre ere diestro con el cuchillo, con la lanza, con el machete y ni se diga con la escopeta pues aseguraban los pocos que lo habían visto en esas faenas que le pegaba a una guacharaca a ochenta metros sin mucho apuntar. Para seguir la huella de un animal era más efectivo que el mejor perro de cacería, lo rastreaba minuciosamente, lo acorralaba para, con un sólo disparo de su bácula calibre 12, darle muerte sin causarle, según su juicio, mayor dolor.